Genesis Yasmin Zacarias Castro
Nutricionista
La dispepsia o como es más comúnmente llamada indigestión, es un trastorno complejo y heterogéneo en niños que ha aumentado su prevalencia en los últimos años (3-27%), con una alta demanda de consulta a especialidades pediátricas, es importante mencionar que en muchos casos puede estar asociado con otros trastornos gastrointestinales funcionales o enfermedades que pueden presentar síntomas similares a la dispepsia tales como: alergia alimentaria, enfermedad celíaca, pancreatitis crónica y efectos adversos de medicamentos.
Cabe agregar que el dolor o malestar de la dispepsia se localiza en la parte superior del abdomen, tiende a ser recurrente y sin evidencia de enfermedad orgánica ni cambio en la frecuencia de las heces. También se presenta como un dolor abdominal episódico persistente o malestar, o cualquier otro síntoma atribuible al tracto digestivo superior, excluyendo hemorragia o ictericia de duración de 4 semanas o más. Los síntomas principales son plenitud postprandial, distensión abdominal superior, dolor epigástrico, y saciedad precoz; y los síntomas adicionales son eructos, ardor epigástrico, náuseas y vómitos, los síntomas son difíciles de identificar en menores de 8 años.
Hay datos limitados sobre la causa y el desarrollo de dispepsia en niños; no obstante, existe alguna evidencia de que puede estar involucrada la dismotilidad. por lo que, algunos estudios mostraron evidencia de ritmo mioeléctrico gástrico irregular y retraso en el vaciado del estómago y el duodeno, otros una motilidad antroduodenal alterada. Si bien estas irregularidades pueden causar síntomas dispépticos no está claro, pero un estómago que se vacía lentamente o un flujo de comida hacia atrás desde el duodeno hasta el estómago, puede ser importante. Por tal razón, los mecanismos fisiopatológicos principales de la enfermedad pueden ser: trastornos de la motilidad, vaciamiento gástrico e hipersensibilidad visceral y la influencia de factores psicosociales, dietéticos, forma de vida y la relación con la infección por Helicobacter pylori (en los niños, en la actualidad, no hay pruebas suficientes de esta relación causal).
No hay marcadores de diagnóstico específicos para la dispepsia, como en otras condiciones, por lo que, el médico deberá establecer una historia clínica detallada el cual es un componente importante de la evaluación y, a menudo, conduce al diagnóstico correcto. Por ende, es indispensable que los padres lleven un control diario de síntomas detallando el momento, el lugar, la intensidad y el carácter del dolor o malestar, tiempo y contenido de las comidas, actividades diarias y patrón de heces. La historia debe incluir factores dietéticos, psicológicos y sociales. Una historia puede revelar una relación entre los síntomas y comida, actividad o factores estresantes, sin embargo, sigue habiendo una considerable diversidad de opiniones entre médicos con respecto al alcance de las pruebas de diagnóstico para actuar en un niño. El procedimiento de diagnóstico debe ser individualizado, según la información obtenida durante la anamnesis y el examen físico por tal razón no es obligatoria una endoscopia digestiva alta.
El tratamiento es para proporcionar alivio sintomático, se utilizan medicamentos como los bloqueadores de H2 para reducir la cantidad de ácido producido en el estómago; inhibidores bomba de protones para limitar la cantidad de ácido producido como Esomeprazol y agentes procinéticos como metoclopramida, domperidona, cisaprida o eritromicina los cuales aumentan la motilidad gastrointestinal y alivian las náuseas. Cabe agregar que el estrés psicológico en algunos niños debe tratarse con una modificación ambiental, técnicas de relajación, psicoterapia.
Es importante cuidar la alimentación del niño, ya que, en muchas ocasiones, simplemente con estas medidas, es suficiente para controlar los síntomas. Se debe de establecer horarios específicos para las comidas, evitar el consumo de alimentos que desencadenen dolor como chocolate, tomate frito, kétchup, mayonesa, salsas, alimentos picantes, grasas, frituras, bebidas gaseosas o azucaradas, incluyendo zumos.
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