Genesis Yasmin Zacarias Castro
Nutricionista
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la obesidad se define como “la acumulación anormal o excesiva de grasa que presenta un riesgo para la salud”. Por el contrario, la Federación Mundial de Obesidad (WOF) declaró la obesidad en sí misma como una enfermedad crónica, progresiva y recurrente. Por tal razón, esta afección se diagnostica cuando el porcentaje de grasa corporal es superior al 25% en los hombres y al 30% en las mujeres; también se reconoce cuando el índice de masa corporal (IMC) es superior a 30 kg/m2 o cuando la masa corporal supera el 120% de la masa corporal ideal calculada a partir de la fórmula de Brock.
La obesidad se convirtió en un problema de salud mundial ya a finales del siglo XX, hoy en día, se reconoce una pandemia de obesidad, esto se debe a la disponibilidad de alimentos altamente procesados que son muy fáciles de manipular o no requieren manipulación alguna y, lo más importante, son muy baratos, contribuye en gran medida al continuo aumento de la incidencia de la obesidad.
Cabe resaltar que la obesidad está catalogada como una enfermedad, por tanto, se ha establecido que tiene muchos efectos adversos sobre los parámetros cardio metabólicos y los factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares (ECV), como la intolerancia a la glucosa, la diabetes, los lípidos aterogénicos, la presión arterial y el aumento de los niveles de inflamación, todo lo cual conduce a aumentos marcados en la mayoría de los casos. ECV, incluida la enfermedad coronaria (CHD), el accidente cerebrovascular, la insuficiencia cardíaca (IC) y la fibrilación auricular.
Por otro lado, también cuando se acumulan cantidades patológicas de grasa en el tejido adiposo, las células grasas se vuelven más grandes y se produce una activación inmune anormal, lo que resulta en una inflamación crónica de bajo grado, la cual puede desencadenar algunas enfermedades como en la enfermedad de hígado graso no alcohólico (NAFLD)/desregulación metabólica hasta (disfunción) metabólica asociada a la enfermedad del hígado graso (MAFLD), de igual forma cambios en el estilo de vida ya que puede ocasionar afecciones que necesiten tratamiento farmacológico como la resistencia a la insulina, Diabetes tipo 2 (Metformina, Sitaglipitna, Dapagliflozina) , aterosclerosis (Pitavastatina, Rosuvastatina) e hipertensión (Carvedilol, Amlodipino, Ibersartán) .
También se ha observado una asociación entre la obesidad, una mayor prevalencia y un peor pronóstico de otras enfermedades autoinmunes como la Artritis Reumatoide, el Lupus eritematoso sistémico, las enfermedades inflamatorias intestinales y la Psoriasis.
Asimismo, está bien establecido que el aumento del IMC en adultos se asocia con varios tipos de cáncer, incluido el tracto intestinal superior, el estómago, el tracto intestinal inferior y los órganos parenquimatosos y endocrinos. Un estudio del Reino Unido demostró que la obesidad es responsable de casi el 5% de todos los tipos de cáncer y, por tanto, el segundo factor de riesgo de cáncer modificable más importante después del tabaquismo, que representa el 17% de los incidentes de cáncer.
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